¿Qué es una psicoterapia? ¿Para qué sirve? ¿Cuándo buscar una? ¿Qué esperar de ella? Probablemente estas preguntas han habitado la mente de todas las personas que se interesan en la salud mental en general, y de su propia salud mental en particular.
En la cultura popular, parece legítimo esperar que una psicoterapia logre aliviar el sufrimiento que padece una persona y que afecta de alguna manera su vida. Sin embargo, la realidad puede ser más complicada que eso. De hecho, dentro de la palabra sufrimiento de forma cotidiana tendemos a agrupar una amplia gama de experiencias, que van desde el sutil malestar que se puede sentir cuando no tenemos señal de internet; hasta las intensas, dolorosas y aterrorizantes experiencias de angustia que vive una persona que – según los psiquiatras y algunos psicólogos – tienen un trastorno mental. Y en ese sentido ¿Podemos esperar que una psicoterapia elimine la experiencia del sufrimiento?
Bueno, tal como les hemos comentado en otros artículos (de ansiedad y depresión) el sufrimiento hace parte de la experiencia de estar vivos, y puede cumplir una función importante en nuestra cotidianidad. No solamente parece sospechosamente improbable pretender que una pastilla, un consejo o una conversación desaparezca por arte de magia el dolor y traiga la felicidad perpetua. Además, también puede ser desaconsejable tener dicha aspiración. Y es que el sufrimiento y la insatisfacción pueden ser el principal motor que nos incentiva a buscar una mejor vida y a desarrollar nuestro ser (sea lo que eso signifique para cada uno)
Desde pequeños, las necesidades y los deseos insatisfechos son aquello que nos guía en la vida, nos empuja a crecer, salir de la cuna, caminar y aprender sobre el mundo y nosotros mismos. El hambre y la curiosidad por lo desconocido nos permite inventar, reinventar y crear nuevas formas de ser, estar y relacionarnos con los otros.
Sin embargo, existen muchas ocasiones en las que el sufrimiento puede producir el efecto contrario: nos impide desarrollarnos, y nos bloquea nuestra búsqueda de mejores condiciones de vida. Probablemente aquí es donde la psicoterapia puede entrar en juego. No para dejar de sufrir sino para encontrar maneras distintas de relacionarnos con el dolor, para liberarnos de todo aquello que nos impide transformarnos y nos obstaculiza la difícil tarea de ser nosotros mismos ¿Cómo lo hace?
Según los estudios, existen más de 1200 formas de responder esa pregunta: 1200 tipos de psicoterapia que han demostrado de manera científica que brindan algún tipo respuesta efectiva al sufrimiento humano. ¿Ayuda siempre la psicoterapia? ¿Ayudan todas las psicoterapias por igual? Respuesta simple: no. Respuesta compleja: Que una psicoterapia ayude a mejorar la calidad de vida de una persona depende de tres factores: Del paciente, del terapeuta y de la relación terapéutica que establezcan.
1. El paciente: no todos los pacientes se ven beneficiados de la psicoterapia, y no a todos les sirve la misma psicoterapia. Factores como la personalidad, las expectativas, los recursos, el tipo de situaciones a la que se enfrenta y la posibilidad de elegir cómo y con quien trabajar; influyen bastante en la probabilidad de que una psicoterapia pueda ser útil.
Además, existen estudios que muestran con claridad que los pacientes a quienes se les ha dado la posibilidad de elegir su tipo de tratamiento (ya sean fármacos, un tipo de psicoterapia u otra) obtienen mejores resultados. Y aquí el número 1200 se vuelve interesante: Existen muchas posibilidades distintas para trabajar, y si alguna vez un terapeuta o un tipo de trabajo no se ajusta a mis necesidades siempre estoy en la libertad de encontrar otras posibilidades. Por supuesto que esto no quiere decir que tenga que buscar exhaustivamente por “la mejor terapia”, pues es probable que esta no exista. Tengo que encontrar una terapia que tenga sentido para mí, y a un terapeuta con el que pueda desarrollar una confianza suficiente para emprender un trabajo que probablemente requiera de un gran compromiso: sinceridad, constancia, paciencia, esperanza, entre otros.
2. El terapeuta: dentro de este factor se incluyen aspectos como el enfoque, las técnicas, las habilidades y la experiencia. Nuevamente en este nivel no parece que exista una jerarquía universal que va de mejor a peor. Para algunos pacientes, un terapeuta altamente experimentado (usualmente entre más edad hay más experiencia) es fundamental, pero para otros pacientes, encontrar un terapeuta joven (aunque suficientemente capacitado académica y profesionalmente) les genera mayor confianza y sentido de cercanía. Aquí también podemos mencionar el aspecto cultural: Muchas personas que residen por fuera del país, ciudad o lugar de origen, consideran muy valiosa la posibilidad de encontrar un terapeuta con el cual compartan ciertos códigos culturales a través de los cuales se pueda desenvolver mejor la comunicación. Por supuesto que esto es cada vez más posible gracias a las tecnologías virtuales, que permiten que un proyecto como Andamos tenga lugar.
Finalmente, dentro del factor terapeuta existe aspectos muy importantes como las técnicas y el enfoque desde el cual trabaja el terapeuta. Estos son importantes, aunque – como ya dijimos -no son los más importantes. Existen enfoques que buscan enseñar de manera directa técnicas, estrategias y habilidades desarrolladas por expertos para hacer frente al dolor (usualmente, aunque no de manera restrictiva, estos enfoques se agrupan bajo la sombrilla de las terapias conductuales). Otros enfoques le plantean al paciente algo distinto: un trabajo en equipo entre paciente y terapeuta para encontrar, crear o inventar soluciones nuevas y ajustadas a las particularidades de cada persona. En este grupo de psicoterapias se suelen incluir las terapias sistémicas, las psicoterapias humanistas y gestálticas (por supuesto, todas ellas con enormes diferencias entre sí)
Podemos mencionar el enfoque de los terapeutas de Andamos y del que ya les hemos hablado en otros apartados: El enfoque Psicoanalítico. Históricamente esta fue la primera psicoterapia que se desarrolló (A principios del siglo XX) y todas las demás se han derivado como variaciones, modificaciones, desarrollos u oposiciones a algunos de sus principios. Por supuesto, la técnica psicoanalítica también ha tenido enormes desarrollos a lo largo del tiempo, y existen diferencias en su interior. Pero a grandes rasgos podríamos decir que este enfoque tiene dos elementos distintivos: Una pregunta por lo inconsciente y un énfasis en la relación terapéutica como espacio de transformación.
3. La relación terapéutica: A medida que avanza la investigación en psicoterapia es posible identificar que este es el factor que más peso tiene en todo el proceso: La capacidad (tanto del paciente como del terapeuta) de poder construir una relación de confianza en la cual se pueda pensar y trabajar de manera constante e intensa las dificultades del paciente de la manera en la que el terapeuta está mejor capacitado y el paciente considera oportuno, relevante y significativo.
Consideraciones finales: Antes de cerrar es importante aludir a un tema que desarrollaremos en próximos artículos: la duración de la psicoterapia.
En general existen enfoques terapéuticos (especialmente promovidos por los sistemas de salud pública) que se orientan por una lógica de la eficacia, la inmediatez y la minimización de los costos económicos. Son aquellos enfoques que ofrecen terapias cortas y que prometen soluciones rápidas
Como hemos venido diciendo, estos enfoques pueden ajustarse a personas que comparten estas expectativas, y que no están dispuestas a invertir demasiado tiempo en trabajar sobre sí mismos. Pero también podemos mencionar que algunos estudios que han comparado las psicoterapias de corto y largo plazo, han encontrado que entre más tiempo dura una psicoterapia, más duraderos serán sus efectos en la transformación profunda de las dificultades que motivaron el inicio de la psicoterapia. En la psicoterapia psicoanalítica no existe un tiempo predeterminado de duración; sin embargo, en tanto nuestro enfoque propone transformaciones profundas, entre más tiempo dura (meses e incluso años) más lejos se puede llegar. No obstante, esto no quiere decir que el paciente y el terapeuta tengan que esperar pasivamente a que algo cambie luego de mucho tiempo, pues cada sesión es una oportunidad de crecimiento.