Amor desde la distancia:

Sobre el amor se ha dicho de todo: canciones, poemas, pinturas y ensayos filosóficos. Y por lo mismo, difícilmente se pueda agregar algo nuevo a un tema tan gastado. Existen también conjuros, amarres, pócimas mágicas y creativas teorías neurobiológicas que aspirar describir, controlar, predecir y explicar la fórmula química de “El amor”.

Sabemos que es algo que se da, se recibe, se merece, se promete, se confiesa, se oculta, se quita, se pierde, se siente, se teme. Es una turbulencia emocional que se despierta en el encuentro con otro y conmigo mismo. Por eso muchos dirán que del amor no se habla, sino que solo se puede vivir. Pero ¿qué pasa cuando el amor parece agotarse? ¿qué decir de la desilusión y el hastío en las relaciones?

Ulises partió de su hogar y tardó 20 años en regresar a su casa donde aún lo esperaba su esposa Penélonea del Toboso. La historia oficial nos dice que el amor era la fuerza que ataba a estos personajes en la distancia, y que la expectativa del reencuentro le daba la fuerza suficiente al héroe para continuar su camino.

Pero entonces, ¿Qué hacía que Ulises tuviera cada vez más obstáculos en su viaje, y que Don Quijote nunca se encontrara con Dulcinea? Es apenas curioso que las historias de amor, terminen justo cuando el amor comienza: Vivieron felices y comieron perdices. ¿Qué nos encontraríamos si la historia continuara en el tiempo? ¿Qué viene luego del “Te amaré para siempre”? . Don Quijote fue inspirado en cada una de sus aventuras por la belleza de la sin par de Dulcinea.

Quizá lo que sucede es que la vida misma sucede al margen de las historias. Porque las historias nos prometen un final y la vida siempre sigue, y nos dibujan un mundo con una sola trama que desecha todo lo demás. Y es que es frecuente que “AMOR” sea una palabra que podemos usar para nombrar una búsqueda de lo ideal, una carrera en búsqueda de El Dorado mundo de lo ideal, que al principio nos ilusiona, pero que al final termina agotándonos y consumiéndonos. Pero ¿qué pasaría si elegimos usarla para nombrar otra cosa? ¿qué tal que AMOR pueda nombrar más bien una relación de exploración y no una de búsqueda? ¿Cómo es amar lo desconocido de mí mismo y del otro?

Imaginemos: ¿Qué sentirían las personas que vinieron a América desde Europa por primera vez, al encontrarse inesperadamente con una selva infinita? Los conquistadores solo pudieron ver la ausencia de oro y plata, los jueces de la moral solo encontraban un mundo degenerado lleno de pecados y barbarie. En cambio, los exploradores pudieron ver que realmente se encontraban con un mundo donde el soñado país de las amazonas era una realidad de carne y hueso.

Incluso, los más lúcidos lograron encontrar un universo infinito de criaturas, olores, sabores y emociones que jamás habrían podido imaginar. Veían, con claridad y asombro, que existía una realidad que siempre había estado ahí, en espera de ser conocida, retratada, relatada una y otra vez. Pero lo más curioso de esto, es que todos ellos iban en el mismo barco.

Cada uno de nosotros lleva también en sí mismo un barco lleno de conquistadores, exploradores, jueces y quién sabe qué más. Pero cuando elegimos al conquistador como capitán, nuestro barco va arrasando a su paso con la realidad, desesperado por encontrar oro y plata: “Esa persona no es lo que yo esperaba, él no cumple con mis expectativas, no logro encontrar a alguien que me quiera como quiero que me quiera”.

Quizá fugazmente el conquistador encuentra una pequeña mina: “Ella es todo lo que yo soñaba, por fin encontré la felicidad”. Y es justo ahí donde quisiéramos que la historia tenga su final, en el punto donde la otra persona nos da lo mismo, de la misma manera, para toda la vida. Pero aún si llegásemos a encontrarnos en ese improbable escenario, inmóviles, aferrados y aterrados por perderla, nos olvidamos, del hecho de que nos encontramos en tierras extranjeras, inexploradas y misteriosas.  

Pero para transformar el punto de vista desde el cual nos relacionamos con nuestra vida, necesitamos dejar atrás los mapas del tesoro escondido que hemos dibujado en el pasado, insistimos en mantener vigentes en el presente, y que incluso le queremos imponer al futuro, que nada sabe, ni siquiera de tesoros ni de mapas.

Podemos encontrarnos en la misma habitación con alguien y sentir que existen años luz de ignorancia. Esta distancia nos puede alejar, pero también nos podrían acercar, conectar, entrelazar al otro, en una búsqueda mutua de quienes somos. Podemos hablar horas y horas y sentir que no decimos nada, pero también hacer una conversación honesta con algunas miradas y unas pocas palabras.  Incluso, un silencio puede decir mucho, cuando se trata del amor. 

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