Hombres a Psicoterapia, un Pequeño Gran Paso

HOMBRES A PSICOTERAPIA, UN PEQUEÑO GRAN PASO

 

Cuando revisamos las estadísticas de salud mental, encontramos que los hombres, si bien son mayoría en el planeta que habitamos, consultan menos que las mujeres. Al observar estas cifras no diríamos que los hombres sufren menos que las mujeres, pero si nos hace preguntarnos: ¿qué factores pueden incidir en que ellos asistan en menor proporción a una consulta psicológica?.  

 

El género es un factor de riesgo para desarrollar un trastorno mental; así las tasas de depresión o ansiedad son más altas en las mujeres. Diversos aspectos del ser mujer hacen que sea más probable vivenciar un malestar significativo, por ejemplo, situaciones de precariedad socio-económicas, acceso a educación y a salud de calidad, entre otros. Pero una vez se ha desarrollado una dificultad emocional o problema mental, ¿qué hace que las mujeres decidan en mayor proporción iniciar un proceso de acompañamiento psicológico?. Precisamente condiciones asociadas al genero, a lo que se ha definido ser hombre o lo masculino, hacen que establecer contacto con un psicólogo para recibir un acompañamiento profesional sea más desafiante.  

El género es una construcción social, desde la cual se definen características de las personas en relación con el entorno cultural del que hacen parte. Esto quiere decir que estas no son inherentes a las personas, son características que han sido definidas por las culturas, tanto a nivel micro de cada territorio, o a nivel macro, características globalizadas. Así, lo masculino es construido socialmente.

 

Pero, ¿qué es lo que hemos nombrado como lo masculino?. Una palabra que comúnmente se asocia a esta construcción es: fuerza. Podemos pensar que dicha palabra hace referencia a la fuerza física, a la capacidad de cargar objetos pesados o realizar actividades riesgosas; pero esa idea de fuerza ha definido también lo que se considera masculino en lo psicológico.

 

Considerar que los hombres son fuertes en lo psicológico ha sido entendido como “no dejarse afectar por las emociones”, “seguir como si nada estuviera pasando” o ser “racionales” en toda situación. Estas expectativas sociales sobre los hombres implicarían la idea de que ser masculino es sinónimo de no tener emociones, de no sentir o sufrir. ¡Vaya encrucijada!.

Sentir es constitutivo de los seres humanos; como individuos tenemos la capacidad de sentir, dolor físico y emocional. Entonces, muchos hombres se preguntan, ¿cómo asumo mis experiencias emocionales como ser humano, sí se me ha pedido hacer de cuenta que estas no existen?

 

Un hombre que está viviendo una situación desafiante, que se está adaptando a un cambio de trabajo, que se está divorciando o que está experimentando la paternidad por primera vez, vivenciará diversas emociones, entre ellas miedo, confusión, angustia… Sentir estas emociones podrían hacer que este hombre se pensase como menos capaz, menos fuerte, menos hombre. Si a la definición de hombre como fuerte, le sumamos la idea de autosuficiencia, de poder asumir los desafíos de “forma autónoma”, un hombre en esta situación se sentiría aún menos capaz, menos fuerte, menos hombre si debe pedir ayuda para gestionar su sufrimiento, si debe solicitar ayuda de un psicólogo.  Estas definiciones de masculinidad llevan a que muchos hombres sufran en silencio, de hecho, la tasa de suicido es más elevada en ellos que en las mujeres.

Adicionalmente, la forma en que el contexto (las personas que me rodean), perciben la terapia psicológica hacen que asistir a un proceso psicoterapéutico sea más desafiante. La idea de ser vulnerable o perder una característica de sí mismo (la fortaleza) al asistir al psicólogo puede ser acentuada por construcciones sociales de la cultura del lugar en que vivimos; un consultante hombre estará más renuente a asistir a terapia si evalúa que con ello tendrá menos acceso a oportunidades laborales, si será molestado por sus compañeros o si es visto como débil por potenciales parejas.

 

 

Vivencias mundiales como la pandemia por COVID-19 han hecho que la salud mental sea cada vez más vista como fundamental para el bienestar, han hecho que más personas, hombres y mujeres, estén más dispuestos a iniciar una terapia por psicología. De esta forma, muchas de estas construcciones sociales que dificultan asistir a terapia se han suavizado, muchos hombres han dejado de considerar que ir al psicólogo los hace débiles y otros muchos se han atrevido a sacar una cita aunque teman verse como vulnerables.  

Lo expuesto en el presente articulo llevará a muchos de nuestros lectores a preguntarse, ¿qué debo dejar de lado para agendar mi primera consulta? ¿qué necesito dejar de lado para continuar asistiendo al proceso de terapia que ya inicie?. La respuesta dependerá de la experiencia de cada lector, de lo que a cada uno lo hace dudar de consultar, pero incluso si aún no siente que ha dejado de lado lo necesario, puede solicitar una primera entrevista para priorizar su bienestar psicológico.  

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